La importancia de no olvidar la esencia de nuestro trabajo, de no olvidarnos.
Cuando hablamos de fundraising, a veces como fundraisers sentimos que corremos una carrera contra el tiempo. Que cuántas propuestas enviamos por semana, que si contesté bien un email, que mejor hubiera dicho que… ¿Cuántas veces incluso para los fundraisers, la recaudación de fondos es algo místico? Algo que no estamos seguros de entender del todo, pero que trabajamos duro en ello porque confiamos en que: 1. lo podemos hacer, 2. somos buenos o al menos capaces de juntar fondos.
Mística y confianza para cambiar el mundo
Pero, ¿Qué es juntar fondos? Si juntamos las dos palabras, mística y confianza, creo que podemos acercarnos un poco a la esencia del fundraising que no es sino, un arte humano. ¿Cómo ganarse el corazón del otro? Pero es algo más. Porque hay mística pero también hay una confianza lúcida que busca volver permeable el alma de un donante, o del director de recursos humanos en el caso de corporate fundraising. Una confianza lúcida que le dice a las personas: sí se puede cambiar al mundo, o al menos mi mundo, esta esquina específica que busco transformar. En mi caso, Latinoamérica. Y vaya esquina para transformar.
Indígnate conmigo
Cuando hablamos del fundraising, no nos sentamos a negociar. No nos sentamos a “vender”. Porque lo que está en juego es mi causa, es el mundo que yo habito, es el riesgo del retorno de lo político – de la definición del ser, de la comunidad, de la persona totalmente irreductible. Nuestro sentido es contener ese derrumbe que no podemos permitir.
Por lo contrario, entonces nos sentamos bien derechitos a extender al alcance del otro el conocimiento de una realidad a denunciar: 201 millones de personas viven en asentamientos informales en Latinoamérica. ¿Cuántas? 1 de cada 5 personas. O sea, vos, yo, tu vecino y dos personas más de nuestra familia. Uno de nosotros vive en condiciones habitacionales críticas. Así, en todo Latinoamérica.
¿Y qué significa vivir en condiciones vulnerables? No tener acceso a agua, luz, cloacas pero tampoco educación, salud, una niñez digna. ¿Pero sabés también qué significa? Mojarse cuando llueve. Que se inunde todo el barrio.
¿Y eso es injusto? El fundraising no se trata específicamente si es justo o no. Porque no necesita cuestionarlo. La injusticia es inherente. Por lo que se trata de la emergencia, de la no tolerancia, de que así no vamos a vivir más. Que esto así, no lo vamos a tolerar más. Busca legitimar la dignidad humana. Y que te invito a indignarte conmigo de como vos, yo, tu vecino y 2 personas más de nuestra familia, uno de ellos es pobre y se le inunda su hogar cuando llueve.
¿Cómo lograr la permeabilidad del alma humana?
Primero, entendiendo nuestra permeabilidad: por qué estamos todos acá preguntándonos cómo recaudar más fondos hoy, cómo juntar más dólares, pesos, lo que sea. “¿Cómo llegué yo hasta acá?”- debe preguntarse el fundraiser- . Porque en realidad, lo que me estoy preguntando no es cómo juntar más dólares sino es una pregunta por la existencia misma: cómo llegar a más familias, a más niños, a más vidas: cómo transformar la realidad que me irrita.
El fundraiser no es más que espejo de sí mismo que busca reflejar su indignación en el otro, e invitarlo a hacer algo. Porque el fundraiser convive con dos tendencias dialécticas que lo socavan y fortalecen en simultáneo: el sentido de emergencia y la impaciencia por cambiar la realidad. Le desespera tanto la realidad que necesita ir a pedir dinero, a convencer a quien sea, tocar todas las puertas, que mientras más grande la empresa mejor. Y ahí comienza el ciclo vicioso de la obsesión, ilusión y frustración. Perder la brújula puede costarnos nuestra esencia.
¿Y si frenamos por un segundo? Bueno, no un segundo. Un par deminutos, una hora, un tiempo. Un momento que nos permite desligarnos de un reloj, y trascender la realidad que estamos viviendo. Romperla: ¿Por qué estamos acá? Estamos acá porque a pesar de tener reuniones y cerrar alianzas, algo nos sigue preocupando. Y para mí, es la pobreza. Para cada uno, su causa, su país, sus vecinos, la verdad.
¡Salgamos del laberinto para cumplir nuestra misión!
No hay tal carrera en el fundraising. La recaudación de fondos es un laberinto, y la realización de la misión de una organización es el centro- todos buscándolo-. Las empresas están fuera de él, y el desafío está en cómo yo- fundraiser o mejor dicho, changemaker- las conduzco, las guío hacia ese camino, hacia ese centro. Es el infinito retorno mismo. Los miles de intentos hasta trascender. Y ¿adivinen qué? Una verdad desgarradora: un hilo para llegar al centro del laberinto, esta vez, no basta. No va a alcanzar.
Hay un autor que me inquieta. “El mejor laberinto es el que no tiene salida”. Porque te mantiene ahí, con vida, ocupado, buscando. Pero el fundraiser tiene que poder emanciparse de este concepto y asumir que es un guía, un líder. Decirle a la empresa que sí hay una salida: entre la misión de la empresa y la tuya como ONG, tiene que haber un halo de luz, puntos de conexión, un camino hacia el encuentro. Porque si no lo hay, lo inventas, lo creas. Caso contrario, dejamos de construir. Porque si es necesario, el
fundraiser- todos nosotros- creamos ese camino. El camino hacia el centro- donde sea
que esté: hacia el fin de la pobreza.
RSE y voluntariado corporativo. Pies en el barro para reventar de tristeza o felicidad
A veces, la mayoría de las veces en TECHO ese camino puede ser el voluntariado corporativo. ¿A través de qué? No sé. A través de lo que sea: la construcción de una vivienda, un centro comunitario, sistemas de agua lluvia, un baño, una escuela. Lo importante es que tu potencial donante, el gerente de RRHH, el presidente, el CEO y los empleados se ensucien, pisen el barro. Que vean. Que sientan. Que vivan. Que intenten entender, aunque no lo logren. Que se pregunten, que se cuestionen. Que revienten de rabia, de felicidad, de tristeza. Porque cometer una falacia antropomórfica suponiendo que las empresas son un ente vivo, es mentirnos. Es volver nuestro trabajo fácil, reducirlo a un procedimiento burocrático a través del cual puede una empresa completar su check list.
Quién está del otro lado de un meet, de un zoom, de la mesa, es tan persona como nosotros mismos. Por eso, nuestro mayor desafío es trascender ese concepto: entender el fundraising como un arte humano, basado en la mística y en la confianza. Basado en la creencia de que existe un puente que tu organización puede ofrecer, articular, reflejar entre tu causa y las inquietudes del director de RRHH, RSE, el departamento de sustentabilidad.
Enseñarle el camino, proponérselo, mostrarle que puede ser parte de la solución y que tú puedes acompañarlo, esa es la promesa de un pacto, “te prometo que eso que deseas, es posible”. El deseo de impacto tiene que ser un deseo compartido. Transmitir que aún hay esperanza. Porque ésta no nos pertenece, sino a la vida. Y es ella misma defendiéndose- Cortázar-. Defendiéndose de que no la reduzcas a un proceso burocrático. Ni te reduzcas a ti, un soñador- que aunque te tildes de fundraiser, eres un catalizador de un mundo mejor. Y por eso estás acá, cuestionándote.
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