«Fanreiser»…
– ¿De qué trabajas?
– «Fanreiser»… Básicamente me dedico a conseguir fondos para organizaciones sociales…
– Aaaaah.
Este es el diálogo de presentación. Así la palabra «fundraising» llega un día a tu vida. Y uno se imagina enseguida una cena de gala, los partidos de golf de los años ’90 a los que concurría un expresidente, «Un Sol para los Chicos», etc. Y piensa simpáticamente: «Esta gente es la culpable».
Pero con el tiempo (si se tiene la posibilidad) uno llega a conocerlos bastante bien, y esa imagen de wedding planner de la caridad se desvanece por completo.
Los «fanreisers» son personitas complejas; idealistas, en el mejor de los casos; cuestionadoras del mundo -que están convencidas que cambiarán-; comprometidas y por sobre todas las cosas (y siempre por una buena causa) profesionales del pedido.
Lo primero de lo que uno se entera es que no todas las ONG son iguales…
Hay un ranking de credibilidad que se mide por la cantidad de donantes individuales que sostienen la organización. O, dicho de otra manera, la credibilidad de una ONG es inversamente proporcional a la cantidad de empresas que donan a la institución. Sí, ¿no lo sabías? ¡¡¡La empresa es el enemigo!!! Que ni se te ocurra hablar mal, delante de ellos, de Greenpeace, Médicos Sin Fronteras, entre otras. Son las ONG que están en el podio y dependen sólo de sus socios, no se «venden» a los intereses lucrosos del monstruo corporativo. NO.
Esto es lo segundo que aprendes viviendo con un -o una- «fanreiser»: el mundo es peligroso.
Cuidado con lo que haces, nada es inocuo a los intereses oscuros que gobiernan este mundo. Fíjate si vas a comprar un auto, cuánto combustible fósil no renovable le quitarás a la tierra, y si finalmente decides comprarlo, cuidado dónde cargas combustible, no sea que la empresa petrolera esté perforando el Ártico… Como aquella vez en que, con el último aliento del tanque, llegamos a cargar -mi compañera «fanreiser» y yo- en una estación adecuada, en un pueblo perdido del sur argentino. Casi tuvimos que bajar a empujar el auto. Pero en esa estación no se carga.
El «fanreiser» es idealista. Está preocupado. Sabe que el medio ambiente está en peligro, y boga por la ecología… Pero no sólo es eso. Le interesa que se respeten los derechos de la mujer, de los homosexuales, de los pueblos originarios, le preocupa el software libre y la verdadera soberanía de los pueblos, vela por el cuidado de los bosques y los animales… y ¡los alimentos!
¡Ojo con lo que comes!
Un día estaba disfrutando de unas riquísimas frutillas, como aquí llamamos a las fresas. Eran unas bien rojas, brillantes, dulces. En el éxtasis de la degustación (chorreaba el jugo por mi boca) mi amada «fanreiser» me dice: «¿No sabes que la frutilla es la fruta a la que más pesticida le ponen?”. Son así. Dueños también de frases como: “¿Por qué crees que ese tomate tiene esa forma prefecta? Está modificado genéticamente…”. Y un día te preguntas cómo llegaste a comer una pasta que se dice a sí misma «milanesa» pero las palabras soja, tofu u orgánica la contradicen… Cuidado con lo que comes…
Y prepárate si es que piensas vivir con un «fanreiser» para EL EVENTO. El evento es una forma bastante profesionalizada del pedido. La más tradicional consiste en juntar gente con dinero y con culpa, que compita por ser «el gran donador». Por suerte está perdiendo popularidad, y las nuevas estrategias del marketing pedigüeño son superadoras. Pero insisto: el evento es la forma tradicional.
Y hay eventos… y eventos.
Yo los clasificaría así. Eventos gastronómicos: créeme, no querrás nunca ir a una de esas galas. Pon una excusa; tienes todo a tu favor, a los «fanreisers» tampoco les gusta ir, pero los consideran un mal necesario. Eventos deportivos: partidos de fútbol, golf, etc. No se la pasa mal. Un poco de aire libre viene bien. Eventos artísticos: recitales, obras de teatro a beneficio. Asegúrate de que sea cerca… puedes encontrarte con frio y lejos de casa después de pasar dos horas mirando un espectáculo de dudosa calidad artística, pero con muy buenas intenciones benéficas.
Pero lo mejor de vivir con un «fanreiser» es cuando te invita a que te sumes a lo que yo llamo un EVS (evento verdaderamente solidario). El momento en que eres partícipe de un acto concreto: puedes, de repente, estar construyendo una casa con un montón de gente linda para una familia de bajos ingresos, o encontrarte manifestándote bajo un cielo estrellado en contra del mal uso de la energía eléctrica, en una porción de la ciudad totalmente a oscuras. ¡Es maravilloso! Ahí es cuando finalmente los entiendes y admiras. Cuando comprendes cuál es en verdad su labor. Qué hay detrás de las ancianas con dinero y las publicidades del famoso de turno tratando de convencerte de que dejes tus datos… Detrás de los púberes con pecheras que te frenan en medio de una avenida un miércoles de enero a las 12 del mediodía para que hagas un depósito por mes en favor de la malaria en África Central… Detrás de la millonésima vez que Facebook te “sugiere” que mires el video de los pececitos que se mueren con las tapitas de gaseosa, detrás de la trivia para medir tu sensibilidad solidaria, etc. Sí… detrás de toda página que indudablemente llegará a pedirte -cuando menos- tu mail y tu teléfono para que después te llamen a tu casa y traten de decirte que eres una persona lo suficientemente sensible y comprometida para dejar una mínima parte de tu sueldo en tratar de convertir a este mundo en un mundo mejor, cuando no directamente esa misma página te pedirá poner tu número de tarjeta y hacer la donación ahí mismo.
Así que, ya sabes. Hay una buena razón y gente apasionada detrás de todo ese rollo. Vale la pena.
Pero, ¡cuidado! No vaya a ser que algún día te enamores de un -o una- «fanreiser». Estás advertido.
(Nota: el autor vive con una fundraiser.)
hola deseo informcion de como ser parte de un club fundraising. soy de Argentina pero me radicare en españa elaño que viene, muchas gracias saludos
Silvia,
Es muy sencillo! Debes enviarnos tu email para poder sumarte al club ingresando a http://clubdefundraising.com/sumate/